¿Leyenda urbana, enigma del pasado o puro bolazo? En cualquiera de sus versiones, el tesoro de las Masilotti es una de esas historias montevideanas que han alimentado el anecdotario de la ciudad y las ocurrencias del carnaval.
Según las hermanas Clara y Laura Masilotti, hacia mediados del siglo XIX un antepasado suyo (cardenal para más datos, convertido luego en el Papa Pío IX) en su juventud había vivido un tiempo en Montevideo y había enterrado un tesoro en el predio del entonces flamante Cementerio Central. Decididas a recuperar aquella fortuna, en la década de 1950 las Masilotti viajaron a nuestro país, trayendo consigo un antiguo mapa que habían heredado de su padre y que indicaba el lugar exacto donde era preciso excavar.
El primer intento tuvo lugar en 1951 y en el carnaval del 52, los Patos Cabreros cantaban estos versos: ‘Aquí vino una extranjera / con los planos de un tesoro / y dijo en tono muy serio: / escarben el cementerio / que vamos a encontrar oro´. Pero aunque se abrieron túneles y galerías esquivando féretros y ataúdes, el esfuerzo fue en vano. ‘Sólo hallaron dos ladrillos, / unos clavos y un pestillo’, resumían los Patos que remataban así el cuplé: ‘Se escarbó para el norte y para el sur, / para arriba y para abajo. / ¡Qué tesoro que ha dado trabajo! / Tanto laburo y resultó al final / que no hubo tesoro ni hubo cardenal.’
Lejos de darse por vencidas ante aquel fracaso, las Masilotti volvieron a la carga en el 57, convirtiéndose otra vez en animadoras del carnaval de ese año. En un cuplé que escribió para la murga Empujá que cabe otro Carlos Modernell decía:
‘De nuevo hasta el panteón llegó la Clara
con picos, palas y con todas sus hermanas,
con abogados, peritos e ingenieros
que ni a los muertos los dejan descansar en paz.
¿Tesoros justo acá? Hacé el favor…
Se acabó el tiempo de la guita enterrada.
Hoy que volando se ven pasar los pesos
ya ni los perros entierran más los huesos
por miedo que pal caldo se los quieran robar.’
Cabe señalar que, para entonces, se rumoreaba que, advertida de la existencia del tesoro, una empresa instalada en las inmediaciones del cementerio había hecho sus propias excavaciones y se había alzado con el botín. Por eso, al comentar el segundo arribo de doña Clara, La Gran Muñeca decía: ‘llegó con un nuevo plano, / qué bronca si algún vivanco / ya le ha ganado de mano’. Y en esa misma línea, Asaltantes con Patente resumía el resultado fallido de la nueva expedición en estos versos salidos de la pluma de Carlos Soto:
‘Solo se encontró una carta que decía:
Les dejo doce guitas pal tranvía.
Lamento que no encuentren nada
pero antes que ustedes
yo ya estuve en la pomada’.
Luego de amagues inciertos de una nueva expedición en los años 70, hoy el recuerdo de las Masilotti y de su tesoro imposible languidecen como una de las referencias más surrealistas de nuestro imaginario.
