La máscara o la careta es una de las síntesis más perfectas del espíritu del carnaval y de todas sus ambivalencias. Es un escondite desde el cual ver sin que nos vean y una forma de jugar con las duplicidades del ser y el parecer. Si a veces la careta sirve para mostrar lo que querríamos ser y no somos o para revelar cosas ocultas que tenemos dentro, otras veces sirve para ocultarnos ante los demás y disfrazarnos de lo que no somos.
A esto último refiere la composición que publicó la revista Cancionera en el carnaval de 1940. Apareció con la firma de Tancredo, está dedicada a todos aquellos personajes que ‘deben usar la receta de andar siempre por la calle sin quitarse la careta’, y dice así:
Legislador sin distrito
Que logra al pueblo engañar
Porque no sabe ni un pito
Del arte de legislar,
Si quieres llegar a viejo
Gozando siempre de dieta,
Llévate de mi consejo:
No te saques la careta.
Filántropo de prestado
Que pasa por caballero
Porque prodiga sin freno
El dinero que ha robado,
Si acaso mucho te inquieta
Ver tu fama discutida,
Cuida bien esta medida:
No te saques la careta.
Dama honesta y recatada
Según serias opiniones
Mas que tiene la humorada
De perturbar corazones,
Ni de loca ni coqueta
Podrá tildarte la gente
Si esto haces precisamente:
No te saques la careta.
Moralista de tupé
Que por la moral batalla
Y casi siempre se halla
De farra en el cabaret,
Es tu conducta indiscreta
Mas si quieres que persista
Tu fama de moralista,
No te saques la careta.
Patriota que a su manera
Anda con heroico gesto
Muy envuelto en la bandera
Y vive del presupuesto,
Para que nadie cometa
Agravio a tu patriotismo
Descubriendo tu cinismo,
No te saques la careta.
Aunque han pasado ochenta años, todavía podría decirse aquello de que cualquier similitud con la realidad no es pura coincidencia.
