Aunque todavía falta mucho, puede decirse que hoy, contra viento y marea, las mujeres han comenzado a conquistar su espacio dentro de la murga. Hasta hace unos años, en cambio, la presencia femenina se reducía a un puñadito de pioneras entre las que se destaca la temprana incursión de Perlita Cucu como directora de Don Bochinche y Cía. en los años 30. A ella le siguieron la legendaria Pochola Silva al frente de la murga pedrense Rumbo al infierno, y más acá en el tiempo, Mary da Cuña, Gabriela Gómez, Mónica Santos, Silvia Novarese y muy pocas más. Entre ellas, Emilia Díaz, a quien entrevisté en 2012.
Cuando evoca sus dos carnavales en Curtidores de Hongos (2001 y 2002), Emilia dice: ‘Nada me gustó más. Nada me hizo más feliz. Es eso y punto. La sensación de estar viva por dentro.’ Y sobre la forma en que vivió una experiencia tradicionalmente masculina, agrega: ‘No me puse a pensarlo. Lo que sentí fue tan intenso que no sé dónde queda la mujer ni la máscara ni la técnica ni nada.’
Sin embargo, ya sea porque es mujer o porque es ella, Emilia dice de la murga cosas que los hombres no dicen. Dice que es ‘un chispa de vida y un revolcón de alegría’, que le devolvió ‘la confianza en el arte escénico’ y que ‘es un espectáculo que está en construcción permanente porque cambia todas las noches’; que cantar al lado del Chato Ambrosio y de Julio Pérez es como ‘subirse a un rompehielos’ y que ‘nada se compara con la intensidad de vibrar desde ahí y sentirse parte de esa maravilla’.
Cuando recuerda la felicidad con que vivió su debut en 2001, también recuerda la desolación del invierno. ‘Porque aquello es como un sueño y cuando termina, te pasás diciendo: ¿cómo es que no sigue febrero todo el año? Entonces, el primer invierno fue muy duro. Y al año siguiente yo tenía miedo porque había sido tan feliz que parecía imposible que se repitiera. Además me costó mucho. Fue el año de La Noche y yo no sabía cómo era la noche, tuve que ponerme a investigar. Sin embargo, dupliqué, te juro que dupliqué la emoción.’
Cada vez que surge el tema del machismo, Emilia reafirma que no se sintió discriminada. Salvo en las trasnochadas de whisky hasta las cinco de la mañana. ‘Se me reconocía y se me respetaba en todo –dice- pero como que ese es un lugar donde los hombres tienen derechos sobre determinadas cosas que las mujeres no. A mí me importaba poco y me mezclaba en todo ese rollo, pero no estaba bien visto que yo trasnochara. En el sentido de ¿qué hace Emilia acá?, una mirada que también puede leerse como: Mmm… Emilia está queriendo algo.’
Al definir el espíritu de la murga con todas sus muecas, las tristes también, Emilia dice que ‘es la encarnación más fiel de lo oscuro y de lo luminoso del carnaval’, y agrega: ‘Porque mirá que el carnaval también lastima. Es violento y tiene que ser así. Tiene que asaltarte, atropellarte, si no, no es carnaval.’

© La imagen procede de la colección personal de Alicia Rey, pertenece a Julio Pérez.