Hace un siglo, cuando todavía no existían vacunas ni antibióticos y la tuberculosis era uno de los peores flagelos que enfrentaba la humanidad, Montevideo se vio sacudida por un episodio que la prensa tildó de ‘macabro’ y que tuvo como protagonistas a doscientos enfermos internados en el Hospital Fermín Ferreira, ubicado por entonces en el predio que hoy ocupa Montevideo Shopping Center.
El establecimiento había sido creado a fines del siglo XIX con vistas al confinamiento y tratamiento de los enfermos bacilares pero todavía en el entorno del Novecientos, mientras el proceso de ‘medicalización de la sociedad’ se abría paso trabajosamente en el Uruguay de entonces, su funcionamiento cotidiano distaba mucho de encuadrarse dentro de adecuadas normas sanitarias. Apartados de su entorno natural y sometidos a reglas de asilamiento y prevención que no entendían ni consideraban necesarias, internados e internadas con síntomas leves resistían cuanto podían la disciplina impuesta: se ausentaban por horas del nosocomio para visitar a amigos y parientes, y cuando se les impedía salir, armaban ruedas de mate, jugaban a la taba y a la baraja y ‘bailaban tango con cortes y quebradas’, según lo denunció la prensa en más de una oportunidad.
En aquel contexto, cada carnaval era motivo de especial jolgorio y el de 1922 no fue la excepción. Sin embargo, ese año la fiesta tuvo derivaciones inesperadas. Pocos días antes había asumido la dirección del hospital el Dr. Hilarión Loriente quien, dispuesto a imponer una suerte de disciplinamiento a sangre y fuego, al aceptar el cargo, había manifestado que era ‘partidario de la implantación del régimen militar en asilos de esta clase.’ En fin, todo hacía prever que se había terminado el recreo.
Pasadas las fiestas, Loriente denunció en la prensa que ‘en los días de carnestolendas, de acuerdo a una vieja y tolerada costumbre, la mayoría de los internados se creyó con derecho de usar disfraces, de armar murgas y comparsas y de visitar los pabellones de los enfermos graves en ruidoso jaleo.’ Indicó además que ‘en esa bullanguera jarana, al son de instrumentos de música, los disfrazados se trasladaron a las salas de mujeres con el propósito de darles una serenata’. Ante ello, el Director adoptó drásticas medidas que prohibían en lo sucesivo todo tipo de festejo, modificó el régimen de salidas de los internados circunscribiéndolas a ocho horas cada tres meses y eliminó de su dieta una serie de alimentos de los que ‘abusan comiendo hasta hartarse’.
La reacción de los damnificados no se hizo esperar. El carnaval había sido el detonante de numerosos y postergados reclamos y en la mañana siguiente, desoyendo las órdenes del personal médico, doscientos enfermos ganaron la calle. Ante el pánico de quienes se cruzaban con ellos y corrían despavoridos al verlos toser y al reconocer sus clásicos uniformes grises, llegaron a la costa y se bañaron en la playa donde provocaron un desbande generalizado de grandes y chicos. Luego caminaron hasta el centro donde tenía su sede la Ambulancia Pública Nacional y allí pidieron ser recibidos por su Director, Dr. José Martirené. En el trayecto, pese a que la alarma pública iba en aumento, numerosas personas se acercaron para entregarles donativos y víveres, y ante lo insólito de todo el episodio, un desconcertado Martirené se avino a dialogar con varios delegados de los ‘huelguistas’.
Hubo promesas de revisar algunas de las decisiones del Dr. Loriente que fue alejado temporalmente de su cargo, se mantuvieron algunas restricciones debidamente justificadas por razones sanitarias y, terminada la negociación, se contrataron varios tranvías expresos que condujeron a los enfermos de vuelta al hospital.
En cuanto al carnaval, los tuberculosos no volvieron a organizar comparsas ni a ofrecer serenatas pero en 1926, entre los pabellones 14 y 15 del hospital, se inauguró el tablado por el que a partir de entonces desfilaron año a año decenas de conjuntos, inaugurando una tradición que pronto se extendió a otros hospitales y asilos como el Piñeyro del Campo o el Vilardebó.

🎞 Imagen disponible en: Burgues, S. (2017), “La Pandemia de Gripe en Uruguay (1918-1919)”, Americanía, Revista de Estudios Latinoamericanos 6, Nueva Época, Sevilla.
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